¿Nos movemos dentro de posibilidades limitadas?

“Si aquel día no hubiese llovido, o si yo hubiera llevado paraguas (algo muy posible, porque al salir del hotel dudé y estuve a punto de cogerlo), no nos habríamos conocido. Y si no la hubiera conocido, todavía estaría trabajando en la editorial de libros de texto y, por las noches, bebiendo y hablando solo recostado en las paredes de mi apartamento. Cuando lo pienso, me doy cuenta de que nos movemos dentro de unas posibilidades muy limitadas”, Haruki Murakami.

La primera vez que leí esta frase en Al sur de la frontera, al oeste del sol, tuve un sentimiento de desasosiego, pues se me habían abierto los ojos a una situación cotidiana de mi vida -y de la de muchos otros- que me había empequeñecido.

Sucedía que las decisiones que tomaba y tomo cada día me han hecho lo que soy ahora y, lo que era más inquietante y a la vez muy claro, era posible que las decisiones que no tomé me hubieran llevado a otro lugar donde pensaría diferente, tal vez a la colorida Cinque Terre en Italia o a una prisión en Afganistán, nunca lo sabremos.

Hombre cruzando

No es que me moleste ser mi yo actual, sino que hay un patrón en las decisiones que todos tomamos que nos conducen a lugares específicos con otras personas idénticas. Un ejemplo. En una pequeña reunión de amigos en el apartamento de uno de ellos, me presentaron a una chica que era roquera, como el resto de nosotros, muy amable, muy normal para los estándares a los que estoy acostumbrada. No nos volvimos a hablar o a ver, pero meses después me encontré con la misma chica en una entrevista de trabajo. Aplicaba para el mismo puesto que yo.

Me pareció que no era coincidencia, sino que ella y yo éramos tan similares que las posibilidades de que llegáramos a ese punto eran las mismas. Ella había estudiado una carrera parecida a la mía, compartíamos amigos y seguramente seguía a los mismos grupos de búsqueda de empleo en redes sociales, lo que la terminó llevando a un punto común al mío.

Mujer se ve en espejo en elevador

Por lo tanto, nuestras vidas son tan limitadas que cualquiera que preste atención y una todos los puntos, podría adivinar el final de la historia. ¿O no?

En el gremio de los filósofos a esto se le conoce como Determinismo, una corriente muy famosa también entre los físicos que proclama que todo en el universo ocurre como consecuencia de algo, no existe la improvisación, ni siquiera cuando creemos que actuamos esporádicamente. Siendo así, expone la teoría, es posible saber el resultado de una ecuación si se conocen todas las variables, o incluso, el destino de una persona.

Por suerte, esta teoría tan desalentadora que aplasta las ínfulas de cualquier anarquista fue desmentida cuando surgió la Teoría Cuántica, que, en palabras sencillas dice que a nivel microscópico las partículas se comportan de una manera impredecible.

¿Por Qué Estamos Aquí?

Entendiendo aquello: que los mínimos detalles son los que nos pueden llevar a un gran cambio, entonces, concluyo, hay algo que aún se puede hacer para ampliar nuestros límites, pero he aquí que aparece un nuevo obstáculo y es el algoritmo de Google. -Se preguntarán que tiene que ver lo uno con lo otro, pero no se preocupen porque aquí va la explicación-.

Para quienes no lo saben, Google utiliza un algoritmo para que los anuncios que vemos en internet sean únicamente los que nos pueden interesar. Y para saber cuáles son ellos aprovecha nuestros datos de navegación o cookies. Es decir que si alguna vez buscaste ‘comida para perros’ en Google, probablemente ahora te aparezcan anuncios de marcas especializadas en perros, junto a la selfi que te tomaste con tu mascota y publicaste en Facebook.

Niña y perro en la playa

Y esto no solo sucede con los anuncios, todas las comunidades funcionan así, de tal manera que lo que sea que ‘descubramos’ en internet ya estaba predeterminado por el tipo de amigos que tenemos en redes sociales, las búsquedas que realizamos, el contenido que consumimos, etc.

Para mí, esto implica un gran dilema puesto que, aunque desee ampliar mis posibilidades, si mi teléfono está lleno de las cosas que hay en mi nicho, dichas barreras se quedarán donde están. Entonces, ¿qué hacer? Yo sugiero hablar con otros mundos.

Aunque hay muchas alternativas, mi favorita es esta: si te gusta el rock, como a mí, habla con un reguetonero; si juegas fútbol habla con un tenista, si te sientas junto a un anciano en el transporte público, háblale. Es tan sencillo y al mismo tiempo, muy complejo.

Y ahora, siguiendo esta línea, me gustaría saber qué piensas. Este post tiene mucho por discutir y seguramente tienes tu propia opinión sobre el tema, así que cuéntame si estás de acuerdo o no, o si tienes alguna otra teoría que a los lectores y a mí nos interese conocer. Estoy ansiosa por escucharte.

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