El tiempo de Proust, Bergson y Einstein

La lectura de En busca del tiempo perdido del francés Marcel Proust, me ha sumido en una profunda consideración filosófica acerca del tiempo. He investigado y temo decir, que ahora estoy perdida entre las horas, los días y los milenios. Proust me ha abierto los ojos a un mundo intrigante donde el pasado, el presente y el futuro son simultáneos, el tiempo no es lineal y los viajes al pasado son posibles.

Si quieres saber de qué se trata, acompáñame hasta el final del artículo para aprender sobre eso inexplicable que llamamos tiempo.

La persistencia de la memoria de Salvador Dalí

La persistencia de la memoria, Dalí

Antes que nada, un recuento de la obra.

En busca del tiempo perdido es la novela máxima de Marcel Proust, por la cual su nombre pasó a la historia. La misma mezcla memorias del autor con hechos imaginarios. Sucesos cotidianos explicados al detalle en párrafos largos y complejos, donde pululan los flashbacks.

Se puede decir que en la novela no sucede nada. Es decir que si buscas odiseas, aventuras, montones de personajes con asombrosas vivencias, estás en el lugar equivocado, pero si deseas la introspección de un hombre enmarcado en la clase social burguesa, en una época anterior a la primera guerra y una interesante reflexión sobre el complejo de Edipo, la homosexualidad, la conciencia y el pasar de las cosas, quédate porque te va a gustar.

Ten en cuenta que en el presente artículo, me centraré en la reflexión que hace Proust sobre el tiempo, puesto que hay demasiado que decir.

Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust

Por el tipo de vida que llevó Marcel Proust, es más que comprensible que en sus últimos años hubiera recopilado sus memorias en un intento desesperado por recuperar el tiempo que perdió en la juventud por su salud tan débil.

Proust fue el mayor de dos hijos de una familia burguesa. Su padre era doctor y su madre, una mujer culta. Desde temprana edad se interesó por la literatura, pero el asma y la hipersensibilidad que padecía le impidió, en muchas ocasiones, acercarse a esa ambición como se había propuesto.

Le gustaba asistir a los salones aristocráticos, donde se encontraba con condes, princesas y snobs. Estudió derecho para complacer a su padre, pero se dedicó a trabajar como traductor, escritor y crítico de literatura. Prestó servicio militar voluntario, sin embargo, cuando quiso volver a enlistarse, (se sospecha que para estar en compañía de otros hombres), no se lo permitieron por su salud. Proust calificó esta etapa como la más grata de su vida.

Más tarde fue recluido en un sanatorio por quince años, debido a la depresión que le produjo la muerte de su madre, a quien idolatraba. Allí se dedicó a escribir en la noche y dormir en el día, beber café y nada más. Básicamente existía. Falleció pocos años después de publicar las primeras cuatro partes de su principal novela. Su hermano se encargaría de publicar los demás manuscritos que finalizan con El tiempo recobrado.

El narrador de En busca del tiempo perdido en versión manga y Marcel Proust a los 24 años

Marcel Proust

Lo que le sucede al autor, como al narrador y personaje de En busca del tiempo perdido no es lo mismo en contexto, pero sí en sustancia. Y todo comienza cuando un día, el segundo de ellos prueba una magdalena (una galleta) remojada en té. Es entonces cuando lo invade una sensación vieja, un algo similar a la nostalgia.

Es aquí cuando Proust une el presente con el pasado y vincula al lector con su filosofía, porque, ¿a quién no le ha pasado lo mismo? Ocasionalmente vemos, escuchamos, olemos o probamos algo que era muy común para nosotros en el pasado, pero ya no lo es y nos hace revivir toda una época de nuestra vida.

A mí, por ejemplo, escuchar Skater Boy de Avril Lavigne me lleva a rememorar mis años como estudiante de bachillerato, cuando su voz sonaba en todas partes. La verdad siento mucha curiosidad por saber qué te provoca a ti ese sentimiento, así que cuéntame: ¿cuál es tu ‘magdalena’?

Tiempo o memoria

Proust escribe:

“Cuando un hombre está durmiendo tiene en torno, como un aro, el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Al despertarse, los consulta instintivamente, y, en un segundo, lee el lugar de la tierra en que se halla, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar; pero estas ordenaciones pueden confundirse y quebrarse, entonces un trastorno profundo se introducirá en los mundos desorbitados, la butaca mágica le hará recorrer a toda velocidad los caminos del tiempo y del espacio, y en el momento de abrir los párpados se figurará que se echó a dormir unos meses antes y en una tierra distinta. (…) Al despertarme a medianoche, como no sabía en dónde me encontraba, en el primer momento tampoco sabía quién era, en mí no había otra cosa que el sentimiento de la existencia en su sencillez, primitiva, tal como puede vibrar en lo hondo de un animal, y hallábame en mayor desnudez todo que el hombre de las cavernas; pero entonces el recuerdo -y todavía no era el recuerdo del lugar en que me hallaba, sino el de otros sitios en donde yo había vivido y en donde podría estar- descendía hasta mí como un socorro llegado de lo alto para sacarme de la nada, porque yo solo nunca hubiera podido salir; en un segundo pasaba por encima de siglos de civilización, y la imagen borrosamente entrevista de las lámparas de petróleo, de las camisas con cuello vuelto, iban recomponiendo lentamente los rasgos peculiares de mi personalidad”.

Nonchaloir de J S Sargent, pintor impresionista contemporáneo de Proust

Nonchaloir de J S Sargent

Lo anterior nos da a entender que de acuerdo con Marcel Proust, podemos movernos entre mundos y momentos ya vividos cuando dormimos, o para ser más precisa, cuando recién despertamos y no tenemos conciencia de nuestro ser; y aquellas experiencias que vemos son las que definen quiénes somos.

¡Toda una idea para reflexionar por horas!

Pero contrario a lo que se suele creer, este planteamiento no vino solo al novelista. Henri Bergson, un filósofo francés, escritor y ganador del Nobel de Literatura en 1927, fue quien influyó sobre su pensamiento. Bergson (1859-1941) fue un gran crítico de la cultura positivista que se gestaba en la época, la cual proclama que nuestros sentidos son el único medio del conocimiento, pues creía que el tiempo que conocemos es irreal, el verdadero es heterogéneo, alterable y subjetivo.

Antes de continuar, aquí va una breve explicación de lo que se entendía por tiempo a principios del siglo XX.

Newton y los “sentidos de Dios”

Por más de un siglo se mantuvo un consenso sobre lo que se consideraba el tiempo, el cual estaba ligado a lo que propuso Newton.

Él opinaba que este se divide en dos tipos: el ‘vulgar’ y el ‘absoluto’. El primero es el que medimos y al que estamos acostumbrados, aquel que nos permite entender que primero hubo un pasado, que vivimos el presente y que vamos hacia el futuro, pero no es del todo preciso porque está sujeto a nuestra percepción.

Por otro lado, el tiempo absoluto es el verdadero, tiene la cualidad de ser lineal, homogéneo, es decir que transcurre a un mismo ritmo; no puede ser alterado, no tiene principio, ni fin, siempre existió y seguirá haciéndolo. Características de las que se valió Newton para llamar al tiempo y espacio como los “sentidos de Dios”.

Einstein y el gemelo más joven

Por desgracia para Newton, en 1905, un genio llamado Albert Einstein revolucionó todo lo que se creía hasta el momento sobre el tiempo con su teoría de la Relatividad Especial y posteriormente con la General. En términos sencillos, Einstein descubrió que el tiempo es relativo y se distorsiona, es decir que no fluye al mismo ritmo, sino que depende de las fuerzas gravitatorias y la velocidad.

Lluvia de estrellas

Usaré la ‘Paradora de los gemelos’, que el mismo Einstein solucionó, para explicar este postulado.

Si hay dos hermanos gemelos en la Tierra y uno de ellos se va en una nave en un viaje por el espacio, en el que siempre está acelerando y alcanza una velocidad cercana a la de la luz, luego, al llegar a su destino, desacelera, da la vuelta y retoma la aceleración para volver a la Tierra, al llegar descubrirá que él es más joven que su hermano.

De hecho, en términos físicos es completamente posible que el gemelo que viaja pueda ir a la estrella más cercana a la Tierra, Alpha Centauri y en su reloj se indique que tardó ocho años, mientras que en nuestro planeta el reloj habrá marcado el transcurrir de 10 años.

Bergson y San Agustín, el tiempo existe en la mente

Esto te deja pensando, ¿verdad? También a Bergson, pero en vez de dejarse llevar por las quimeras que provoca la teoría de la Relatividad, propuso una posibilidad diferente. Su posición era tan opuesta a la de Einstein que incluso es famoso el debate que ambos mantuvieron al respecto del tiempo y la frase del físico: “el tiempo de los filósofos no existe”.

Para empezar, porque según Bergson, el tiempo no consiste en la yuxtaposición de un suceso tras otro, que crea la imagen mental de una cadena de eventos, sino a lo que él denomina ‘duración’ (en francés durée), la cual no tiene relación con el espacio, se mueve, es fluida. Por lo tanto, el antes y el después son simultáneos.

Bell Rock Lighthouse de J M W Turner, pintor por el que Bergson sentía afinidad por representar el movimiento del tiempo

Bell Rock Lighthouse de J M W Turner

Segundo, porque el filósofo francés afirma que el tiempo es subjetivo. Su opinión sobre él, de hecho, es similar a la de San Agustín de Hipona, a quien se le había presentado el dilema de no saber qué era lo que medía cuando hablaba del tiempo, puesto que el pasado no existe porque ya pasó, tampoco el futuro porque aún no es y mucho menos el presente porque debe tener la cualidad de convertirse en pasado. Y había resuelto que existen tres tiempos:

“Presente de las cosas pasadas, presente de las presentes y presente de las futuras (…) Lo presente de las cosas pasadas, es la actual memoria o recuerdo de ellas; lo presente de las cosas presentes, es la actual consideración de alguna cosa presente; y lo presente de las cosas futuras, es la actual expectación de ellas”.

Suena un poco confuso, pero si te detienes a pensarlo, hay algo de verdad allí.

Ahora bien, Bergson fue más allá de las teorías de San Agustín y dijo que podemos llegar al conocimiento de un objeto, en este caso el tiempo, por medio de una cualidad superior a los sentidos, y es la intuición. Y es aquí cuando se vuelve interesante, ya que para él, si llegásemos a desprendernos de nuestro consciente que mide a partir del espacio, entonces seríamos capaces de ver la durée pura, heterogénea, en la que cada momento penetra otro y queda ligado a él.

Cautivador, ¿no?

Reloj astronómico de Praga, República Checa

Reloj analógico de Praga

Y con esta ‘penetración’, como la llama Bergson, volvemos a Marcel Proust. Ya que, si estuviste atento a la cita de En busca del tiempo perdido, pudiste notar que para el novelista, existe una manera de abandonar nuestro consciente y zambullirnos en la heterogeneidad del tiempo, que no es otra cosa que una mezcla de eventos pasados y presentes, los cuales no tienen una duración específica, sino que pueden transcurrir en un segundo y sin embargo, contener toda la vida de un hombre.

No se puede conocer el tiempo

Es interesante concebir esta idea de que podemos volver al pasado al encontrarnos en un estado inconsciente y palparlo con todos nuestros sentidos. Por lo cual, YO no rechazo del todo la propuesta que nos presentan Proust y Bergson, al menos acerca de lo que nuestra mente considera que es el tiempo, pues aún hay mucho que no sabemos sobre los sueños o sobre el funcionamiento del cerebro y existe la posibilidad -quiero creerlo así-, de que podemos unificar nuestra vida en un instante, revivir cada momento como si estuviera volviendo a pasar, viajar a nuestro pasado y recordar aquello que creíamos olvidado o perdido.

Por otro lado, hablando del tiempo en sí mismo, gracias a la teoría de la Relatividad General de Einstein, hoy sabemos que la masa deforma al espacio-tiempo, que a partir de aquella teoría otros científicos han especulado acerca de los viajes en el tiempo por los agujeros de gusano y que, según la más reciente teoría de la Mecánica Cuántica, podrían existir otros como nosotros en universos paralelos, quienes toman decisiones diferentes a las nuestras, incluso, que en aquellos lugares el tiempo pasa del futuro al pasado.

Al respecto me gusta pensar que todo es posible porque, ¿por qué no? Y a la vez comparto la opinión de Immanuel Kant, en la que se basó Henri Bergson para asegurar que no tiene objeto intentar medir el tiempo. La misma dice: “Jamás podremos conocer lo que son los objetos en sí, por luminoso que sea nuestro conocimiento del fenómeno (…), nuestra sensibilidad toda no es más que la representación confusa de las cosas”.

“Esto no es una pipa”, representación de una pipa de Magritte

Esto no es una pipa

Sin embargo, a diferencia de Bergson, pienso que no debemos dejar de buscar la verdad sobre el tiempo. El sentido del ser está en buscar la razón de por qué es. Hay demasiados misterios al respecto aún por desvelar, los cuales, estoy segura, cambiarán nuestras vidas y en un futuro darán pie a nuevas historias del estilo de En busca del tiempo perdido.

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